Por Luis Manuel Arce Isaac
México, 24 dic (Prensa Latina) Los partidos políticos mexicanos están hoy de lleno en una etapa de coaliciones que verifican la polarización ideológica de la sociedad en dos grandes grupos, como en la época de conservadores y liberales.
La diferencia con aquellos tiempos remotos es que las tendencias entre ambas agrupaciones son más marcadas y tienen como punto de desencuentro la IV Transformación de la vida nacional, el programa político anticorrupción y antineoliberal del presidente Andrés Manuel López Obrador, según líderes de la coalición oficialista.
Este jueves, por ejemplo, se renovó tras largas negociaciones la alianza para la Cámara de Diputados entre Morena, el partido de López Obrador, el Verde de México y el del Trabajo, la actual Juntos Haremos Historia que llevó a este último a la presidencia de la república en 2018.
Sin embargo, dicha estructura no presenta la misma fortaleza que en aquel año, hay divergencias internas no solamente entre los tres, sino al interior también de cada uno de ellos, pero en especial del más numeroso de todos, Morena, que está muy fraccionado.
Las discrepancias, admiten sus líderes, son múltiples, algunas de fondo como en el caso de Morena derivadas del origen ideológico de su militancia variopinta, una gran parte de la cual procede de los tradicionales partidos de oposición como el Revolucionario Institucional, Acción Nacional y Revolucionario Democrático.
Estos tres últimos también renovaron una alianza denominada Va por México de la cual queda excluido por voluntad propia el Movimiento Ciudadano que aspirará en solitario a las 15 gobernaciones en pugna, las 30 asambleas estatales y los 500 escaños en juego en el Congreso de la República.
Ambas coaliciones no funcionarán en bloque a nivel nacional, pues se han roto o no se han podido formar, en todos los estados donde las discrepancias son más puntuales y tienen que ver con pretensiones individuales de cada partido en las 15 entidades que renovarán sus cargos de elección.
En este sentido, el mayor desastre se observa en la coalición que encabeza Morena donde las negociaciones no han prosperado para unificar candidaturas estaduales y cada uno de los tres partidos de Juntos Haremos Historia se deslindan del compromiso colectivo y abrazan el individual, lo cual será aprovechado por la alianza conservadora.
Sin embargo, lo más importante es que esas divisiones se lograron solventar entre oficialistas para las legislativas, y aunque persisten las diferencias entre ellos, van unidos a la elección más importante, que es la del Congreso donde aspiran a retener su actual mayoría simple de 251 escaños.
Derribar ese control es precisamente el objetivo principal de Va por México, única forma de aumentar las pocas posibilidades de éxito de cada partido si compitieran de forma individual con la coalición oficialista.
Según admitieron ayer dirigentes de esa propia coalición, los líderes del PRI y el PAN acaban de cometer un gran error al incluir al partido no legalizado del expresidente Felipe Calderón, el hombre acusado por López Obrador como el más corrupto y responsable directo de la escalada de violencia criminal en México.
Su brazo derecho, el exsecretario de Seguridad Genaro García Luna, está preso en Estados Unidos por numerosos delitos probados, incluido narcotráfico y lavado de dinero, y pieza clave en las acusaciones de López Obrador de que Calderón (2006-2012) convirtió a su gobierno en un narcoestado.
Lo cierto es que los tres partidos de Va por México enfrentan una profunda crisis de liderato que beneficia a la coalición de Morena, puesta de relieve en la batalla contra la corrupción y eliminación del neoliberalismo.
La campaña electoral está subiendo rápidamente de tono y amenaza con ser una de las peores y de más groseros mensajes que ya se están observando en la televisión y la radio, y también una de las más largas porque todavía queda por delante mucho tiempo para llegar al 6 de junio, fecha de los comicios intermedios.